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PABLO RAMOS, RAÍCES CON EL TANGO A FLOR DE PIEL

En Primera Persona: hijo del gran cantor Osvaldo Ramos y director y voz de Los Herederos del Compás

Pablo Ramos: “Ensayaban en una pieza de la estación del tren de Villa Adelina y había gente que dejaba pasar una o dos formaciones para seguir escuchando cantar a mi viejo”.

“Los primeros que llegaron a Villa Adelina fueron mis abuelos, Carmen Rodríguez, de León, España, y Domingo Santieusanio, de Abruzos, Italia. Se conocieron en el barco que los traía a la Argentina, escapado del horror y el hambre de la Primera Guerra Mundial”.

Quien habla es el cantor Pablo Ramos, que anteayer, a las 20, volvió al barrio de sus abuelos al subir al escenario de la Plaza Belgrano con su orquesta Los Herederos del Compás, como parte del espectáculo Gotam. Un espectáculo didáctico para la familia que tuvo también en escena a la orquesta Dramática Tango y significó el cierre del ciclo gratuito El Bardo en las Plazas, que del 22 de enero al 20 de marzo recorrió los espacios públicos del municipio.

Parte de la familia de Pablo fue hacia Estados Unidos, pero su abuelo eligió la Argentina. A probar suerte. A poco de llegar le dieron un terreno ferroviario en Villa Adelina y por muchos años fue el cuidador de ese edificio. También fue jardinero y anduvo con sus herramientas de quinta en quinta, cuando en Villa Adelina las calles asfaltadas se contaban de a pocas. Y Carmen lavó ropa ajena. Tuvieron cinco hijos, Antonio, el mayor, Laura, Ernesto, que falleció a los siete años arrastrado por un tren en esas mismas vías, su papá Osvaldo (1933) y Gabriel, el más chico, que también resultó ser buen cantor de tangos.

“A mi papá siempre le decían: Qué bien que cantas, qué bien que cantas, pero en ese momento para él el canto era solo un divertimento. A los 15 años se juntaba con amigos a cantar y a escuchar radio, que todavía eran a lámpara, hasta que un día, en 1948, medio obligado, lo anotaron en un concurso de canto en Munro. Y lo ganó. Así empezó a cantar más seguido, en reuniones familiares, con conjuntos de guitarras y en orquestas del barrio. Ensayaban en una pieza de la estación del tren de Villa Adelina y había gente que dejaba pasar una o dos formaciones para seguir escuchando cantar a mi viejo”.

PABLO RAMOS, director y voz de la orquesta Los Herederos del Compás.

Pablo se emociona del otro lado del teléfono cuando habla de su papá, que también fue radiotelegrafista del ferrocarril, y operario de la fábrica Costaguta Hnos. y de un establecimiento metalúrgico cercano a la Torre de Ader. Luego llegó a la fábrica SIAM, donde alcanzó el rol de supervisor. En eso estaba cuando un amigo suyo se acercó a Leopoldo Federico, que andaba buscando un cantante de voz aguda para su orquesta. Yo conozco a alguien que es bueno, le dijo. Su papá, con poco entusiasmo, fue, se probó y quedó.

“Trabajó con Leopoldo dos años, hicieron radio, televisión y algunas giras por el interior. Ese fue el inicio de su carrera grande, su crecimiento, y luego pasó por la orquesta de Alberto Mancione y la de Florindo Sassone”.

En 1965, con 32 años, Osvaldo tocó el cielo con las manos. Fue incorporado a la orquesta de Juan D’Arienzo, donde cantó hasta la muerte del Rey del Compás, en 1976. Pablo nació seis años después. “Con papá jugábamos a adivinar orquestas y cantores. Toda la vida escuché tangos y recién a los 18 años logré vencer mi timidez, me largué a cantar y gané un concurso en Esquina Homero Manzi. Cantamos en muchos lugares y con acompañamientos diferentes. Fueron 14 años juntos en el escenario –dice Pablo- y la última etapa, desde 2009, la hicimos con Los Herederos del Compás”.

D’Arienzo le puso a su padre el nombre artístico (Osvaldo Ramos), que antes del 65 se presentaba bajo el seudónimo de Osvaldo De Santi. El Ramos no tardó en formar parte de la vida de Pablo, director y voz de Los Herederos del Compás. Una agrupación de ocho miembros (voz, piano, contrabajo, violines y bandoneones) que rondan los 38 años, homenajean al gran director y recorren los más importantes salones y festivales del género.

-¿Cómo ves la relación de los más jóvenes con el tango?

Hay una refundación total del género, por los músicos jóvenes que lo transitan y por la muchísima gente joven que lo baila. Y lo hacen muy bien. Lo han adoptado como parte de su vida. Son jóvenes de 20 años o un poco más que lo bailan profesionalmente o que se suman a milongas o clubes para divertirse. Es clave que las nuevas generaciones conozcan el tango, un género que nos identifica, valorado en el mundo y declarado por la UNESCO Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad. Sin duda, el tango nos eleva con una música y un baile inigualable, y una poesía hermosa.

¿Qué representó para la orquesta volver a presentarse en público?

Ya hemos tenidos algunos shows presenciales, no muchos. En esta época son muy bienvenidas las apuestas a la música en vivo, en espacios al aire libre y con acceso gratuito. Llegar a las calles y las plazas es clave, porque nos permite reencontrarnos con el público que nos sigue habitualmente y también con audiencias nuevas.

Carmen y Domingo vivieron en Villa Adelina hasta la década del 70. Ambos fallecieron en el Hospital Ferroviario. Ella, en 1977, y él, en 1979. Pablo nació en Floresta, tres años después de la muerte de su abuelo. Para ese entonces, el tango ya había llevado a su padre a dejar el pago chico para radicarse en la Capital, en el corazón del 2×4, y comenzar a extrañar, casi seguro, el Bar Avenida (conocido luego como Bristol), donde solía reunirse con su barra de amigos, los hermanos Cabana, Galera, Panello, “Chiquito” Pérez y tantos otros. 

Pablo recuerda que alguna vez se presentó con su papá en algún club del barrio y afirma que el show de anteayer fue su debut allí con una orquesta y que, claro, no se trató de una función más. Rondaron emociones y recuerdos, historias y raíces profundas. 

“Mi viejo era muy popular en Villa Adelina. De verdad, llegó muy lejos”.

El cantor, con legítimo orgullo, interpretó “Canaro en París”, “Loca”, “Mi dolor” y “Remembranzas”, entre muchos otros temas, que hicieron sobrevolar la figura de El Rey del Compás en la Plaza Belgrano. Fue su noche y, de algún modo, también la noche de su papá, “El hijo pródigo del canto” o “El crédito de Villa Adelina”, como muchos solían decirle a ese hijo de abruzzese, que el 17 de agosto de 2015 se fue de gira para siempre.

“Los tangos que más le daban las orquestas eran de línea melódica y dramática, y con D’Arienzo, sobre todo, a los arreglos le agregaban muchos compases de a media voz y finales largos para que pudiera lucir esa voz muy clara, afinada, potente y aguda”, recuerda Pablo, que subió al escenario con la cara de su papá estampada en la remera y cerró el show con el tango “Papá”, casi al borde de las lágrimas.

-¿Cómo fue cantar con él a dúo durante 14 años?

-Fue uno de los privilegios más grandes que tuve en mi vida, como lo fue también haber jugado a cantar en casa siempre a su lado y desde chico. A los 18 años, cuando empecé a cantar más en serio, me sabia unos 300 tangos de punta a punta, pero nos los sabía por obligación, los sabía de puro juego.

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