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INAUGURACIÓN DE “HABÍA UNA VEZ UN MUNDO SIN CANILLAS” EN EL MUSEO PUEYRREDÓN

Museo Pueyrredón: la muestra permanente cuenta con dispositivos en clave contemporánea del Joaquín Fargas.

una EXPERIENCIA PARA PENSAR CÓMO OBTENÍA AGUA EL HOMBRE DEL SIGLO XIX Y LOS DESAFÍOS DE LA RELACIÓN ACTUAL CON ESTE RECURSO VITAL Y FINITO

La Subsecretaría General de Cultura de San Isidro inauguró ayer “Había una vez un mundo sin canillas”, una muestra permanente del Museo Pueyrredón que invita a conocer cómo se gestionaba el agua en el siglo XIX, entre la mirada poética del artista contemporáneo Joaquín Fargas y la oportunidad de pensar sobre los modos actuales de vincularnos con ese recurso natural, vital y finito.

Seis postas para todas las edades, que ya son parte del guion permanente del Pueyrredón, disparan una experiencia sensorial, física y emocional en torno a los rastros del uso y conservación del agua como insumo esencial en la chacra de aquel siglo, y abren nuevos interrogantes y miradas acerca del futuro.

“Es clave que el departamento de Educación del museo haya participado de un modo muy activo desde el inicio de la conversación sobre cómo iba a ser este proyecto. Algo poco frecuente en otros museos, en los que estas áreas se suman con la muestra ya montada por los curadores y sin posibilidades de compartir su valiosa experiencia sobre la mirada e intereses de los visitantes”.

ELEONORA JAUREGUIBERRY, subsecretaria general de Cultura de San Isidro.

En la única posta bajo techo, un sensor activa un circuito de agua cerrado que emula de un modo metafórico y abstracto el funcionamiento del aljibe del Patio de los Naranjos, que recogía agua de lluvia con la acción directa del hombre. Cañerías de zinc y un tanque de hierro galvanizado, y sonido de agua circulando nos introducen en una experiencia visual, auditiva y retrospectiva.

En el jardín y junto al jagüel, que se valía del caballo para obtener agua subterránea, una estructura de poleas permite a la gente levantar dos bolsas de arena de igual peso con diferente esfuerzo. Un modo de comprender, poniendo el propio cuerpo, cómo en esos tiempos la tecnología facilitaba la tarea de obtención y conservación del agua.

“¿Cómo vamos a proteger de mejor forma nuestro planeta y a nosotros mismos como humanos? Estos dispositivos dejan en estado latente muchas más preguntas que respuestas. Ese es su gran valor”.

Joaquín Fargas, ingeniero y artista que desde hace 25 años mixtura arte, ciencia y tecnología.

Como homenaje al molino que habría funcionado en el parque, ahora se levanta otro, pero en bambú y de casi cinco metros, que simboliza la capacidad de adaptación de la naturaleza y ese avance tecnológico que en el siglo XIX dejó atrás la tracción a sangre para valerse de los vientos. Un artefacto vinculado con el pasado, pero también vigente y con una fuerte tendencia hacia el futuro.

“Esperamos que esta muestra, que de algún modo nació y tuvo en cuenta el interés de visitantes que suelen salir corriendo para ver el aljibe, nos ayude a revisitar la cuestión del agua en la casa con una mirada renovada, más inquieta y curiosa”.

CECILIA LEBRERO, Gestión de Colecciones del Museo Pueyrredón.

El río, muy presente en la casa desde sus inicios, y las dos fuentes, que dan cuenta de otra época y del uso ornamental del agua, también integran esta experiencia y disponen, como en las otras cuatro postas, de códigos QR en forma de gota para profundizar sobre el uso del agua desde el punto de vista tecnológico, la crónica y la poesía, y de William Hudson a Lucio V. Mansilla.

“Esta muestra pone en valor la complejidad de los procesos del agua, estrechamente vinculados con la vida en este planeta, y nos da la clave de que los bienes naturales no son infinitos”, comentó el arquitecto Carlos Lebrero, que aportó bibliografía para documentar la iniciativa.

Cerca del laberinto de boj, cuelga una biosfera de policarbonato cierra el recorrido e interpela sobre la fragilidad de nuestro planeta. En su interior, lentejas de agua, salvinias, camalotes y demás plantas que funcionan como un ecosistema acuático y hermético.

“Lo interesante de la muestra es instalar la agenda del agua, tan del pasado como actual, en un museo histórico y bajo la visión de un artista contemporáneo. Esta idea, tan bien plasmada, fue lo que más nos llamó la atención”.

Florencia Langarica, asesora de “Ensayar Museos” de la Fundación Williams.

Una convocatoria ganada por el Pueyrredón con este proyecto en 2020, que les permite a los museos a través de una beca desarrollar proyectos en formatos novedosos, relevantes, que generen impacto y nuevos aprendizajes para el sector y su público.

“Todos los cambios de la historia argentina están presentes en algún lugar de este sitio, que primero fue paisaje de río y pampa, luego chacra, más cerca en el tiempo quinta y hoy es este museo -cerró Jaureguiberry- que le apasiona pensarse fuera de la idea arquetípica de museo y todo el tiempo se hace preguntas para seguir ahondando en la huella y el riesgo”.

+ El Museo Pueyrredón (Rivera Indarte 48, Acassuso) abre por el momento los fines de semana, de 14 a 18h. Con todos los protocolos sanitarios vigentes, cupo limitado y previo turno online. Entrada gratuita.

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