La escritora Beatriz Vignoli habló de la poesía, sus formas, secretos y de su sentido final, transmitir emociones
Para hacer poesía hay que encontrar ese detalle ínfimo, aparentemente despreciable, irrelevante, que asombre. Tirar de esa hebra. Una de las tantísimas frases que ayer ofreció la escritora rosarina Beatriz Vignoli en las tres horas de su taller online Poesía Q&A, en el marco del ciclo Workshops de Letras. Una cita en la que no hubo escritura in situ, pero sí una charla imperdible con la poesía y sus bemoles en el centro de la escena.
“Uso un yo descentrado, flotante, casi abstracto, donde no está presente el bagaje de autobiografía, no rememoro mi vida, sino que el pasado irrumpe y pasa a ser de nuevo presente. Algo que aparece muy claro en mi poema El bar de la estación Valentín Alsina, donde no hay distancia entre pasado y presente. Todo se funde en un solo momento, hay un colapso temporal”.
BEATRIZ VIGNOLI, escritora.
También citó al poeta Hugo Padeletti, quien le dijo una vez: Yo construyo mis propios pies. “En poesía pie es una medida rítmica. Es muy importante conocer cómo se construye una poesía, saber que hubo una ciencia de la poesía y del ritmo, y aplicarlas luego en nuestra propia obra pero de modo intuitivo. Padeletti logra hacer algo nuevo sin olvidar ni renegar de la tradición clásica de modelos. Un fino equilibro entre tradición e innovación”.
Así, instó a construir los pies propios, generar una intuición singular del ritmo y de la forma, aceitar la escucha del soneto y del poema moderno, a animarse a explorar, ir al encuentro de Shakespeare, Manrique, Quevedo, de la poesía antigua, barroca, del siglo XX. Y además citó el poema Aullido, de Allen Ginsberg, donde el verso termina cuando se acaba el aliento.
“Carlos Battilana escribe versos cortos, parcos, austeros, de mínimo aliento. La poesía es uno de los géneros literarios que más se parece a un paseo por el cuerpo. Pero hacer prosa poética o versos cortos no es una elección racional, al menos en mi caso”, se sinceró la también traductora y periodista, con presencia desde 1991 en la sección Cultura de Rosario 12 (Página 12), que el 12 de noviembre presentará su poesía reunida (1979/2021) en el Museo de la Lengua de Buenos Aires por el sello Nebliplateada.
Traducida al francés y al inglés, la autora de Almagro, Soliloquios, Bengala, Lo gris en el canto de las hojas y otros títulos, contó que una vez experimentó hacer una glosa en alejandrino con resultado, a su criterio, deplorable. “Lo que hice fue cortarlo en pedacitos y sumado a pedacitos de otros poemas fracasados y salió Ítaca. En poesía nada es definitivo y ese material, como dice Edgardo Soto, es oro para otro anillo. Yo la siento próxima a las artes plásticas, sobre todo del pop para acá. Esa idea de montaje se relaciona con los constructivistas rusos de principios del siglo XX. Hay procedimientos que aparecen primero en la plástica y luego en la literatura, con un delay de algunos años, no muchos”.
Y del verso más común en la poesía inglesa, el pentámetro yámbico, saltó a la relación entre la poesía, la performance y el slam, y aseguró que en el hip hop quizá haya gente analfabeta que está haciendo poesías con un grabador. “Tienen algo que decir, un sentido del ritmo, componen, son creativos. No hace falta el texto o el libro. La palabra, el canto y el ritmo nos acompañaron siempre, nos hicieron humanos. Desde el punto de vista antropológico, el hip hop, la performance y el slam son expresiones antiguas, previas a la escritura”, expresó la ganadora del Premio Provincial de Poesía José Pedroni (2019) por su libro Árbol solo (Iván Rosado, Rosario, 2017) y del segundo premio del Concurso Municipal de Novela Manuel Musto de la Editorial Municipal de Rosario (2004).
“Una mujer lo talló en el tergopol de su porronera con birome gris de trazo grueso. Si logro con mi poema que la persona que está al borde de la cornisa no se tire, ya triunfé. Y eso se alcanza si logramos transmitir la emoción que nos llevó a escribir ese texto, bajo la forma y métrica que queramos, eso no es lo central, pero sí tenemos que ser conscientes de que sin emoción no hay poema”.
BEATRIZ VIGNOLI, sobre su poema “La caída”.
La condensación para llegar a lo oblicuo del sentido y obligar al lector a leer entre líneas, dejar lo esencial, la metáfora condensada, desprenderse del referente, aislar un elemento de tal forma para presentarlo como algo nuevo y llegar al efecto del extrañamiento. “Son herramientas que se ven de un modo muy claro en Instrucciones para subir una escalera, de Cortázar, y también en Beatriz Vallejos cuando dice La mariposa de la sombra en la pared de cal. Maravilloso. O con Giuseppe Ungaretti en su poema Soldados: Se está como en otoño las hojas en los árboles. Once palabras, incluida la del título, para emocionarnos hasta el tuétano”.
La magia y la potencia del extrañamiento alimentado por fantasías, rumores, sueños, secretos revelados, papeles hallados en el último cajón. “Debemos tratar de ser astronautas de otro planeta tomando muestras de la Tierra”.