Daniel Joglar: el destacado artista contemporáneo habla de la propuesta que, desde mediados de julio, llevará a San Isidro.
Daniel Joglar nació en 1966, en Mar del Plata, donde se crió y egresó de la escuela secundaria como técnico químico. Cursó dos años de la carrera de Bioquímica, el primero en Tucumán y el segundo en Buenos Aires, pasó por Filosofía y Letras, y pensó en Arquitectura. Época de búsquedas y dudas que comenzaron a disiparse cuando pisó la Escuela de Artes Visuales Martín Malharro, de su ciudad. Sintió un click, reconoció ese mundo como el suyo, se zambulló en él y se recibió de profesor de Bellas Artes. Luego, las residencias aquí y en el exterior, las muestras en las principales salas y museos de la Argentina, y pasear su arte por el mundo. Un recorrido que de julio a noviembre próximo tendrá escala en Central de Procesos, de la Secretaría de Cultura y Ciudad de San Isidro. Una experiencia que lleva el nombre Pelota Paleta y le permitirá al público hacerse protagonista y transitar por los modos del quehacer artístico de este consagrado artista visual.
-¿Cómo pensás que te va a resultar la experiencia de Central de Procesos?
-Cuando me invitaron para contarme cómo funciona el espacio me encantó, porque tiene mucho que ver con mi práctica. Yo hago cosas, objetos, instalaciones, esculturas, trabajo mucho con los materiales, pero si hay algo clave en mi tarea es justamente la idea del proceso. Es decir, cómo abordar ciertas materialidades y espacios. Hay mucho de procesual en mi trabajo. Por momentos, mi práctica artística parece una acción performática que se inicia en el taller, donde empiezo ordenando los materiales y el espacio, buscando un lugar en ese taller, y en donde me voy encontrando y relacionando con esos materiales. Es casi un deambular entre esas cosas materiales u objetos hasta que, finalmente, encuentro un clima de trabajo, un estado para poder abordar las cosas. En esa especie de trance aparecen, surgen, las ideas, los objetos, las instalaciones, las esculturas. Me siento muy afín con la búsqueda que plantea Central.
-No es usual este tipo de propuestas donde el artista abre su juego, su cocina del hacer y la pone un poco en escena, en juego.
-Mi modo, como dije, es muy procesual, performático, es una búsqueda en las distintas formas de hacer.

“En Central debo poner más el foco justamente en eso, en cómo surgen mis obras y en cómo poder desarrollarlas, explicitarlas, anunciarlas, y en dar pistas o pautas para que la gente pueda interactuar con todo eso que se le presenta, lo cual implica un gran desafío.”
DANIEL JOGLAR, artista.
-¿Esta experiencia te servirá para repensar tu propio hacer artístico?
-La verdad que sí, para rever mi modo de trabajo. En estos días estuve reflexionando mucho sobre un texto del artista uruguayo/alemán Luis Camnitzer que me interesa y agrada mucho su modo de abordar el arte. Él dice en ese texto que el arte no es algo que se hace, sino un modo de hacer las cosas. Este concepto tiene mucho que ver con la propuesta de Central, el pensar y repensar de qué modo hacemos las cosas los artistas.
Daniel se entusiasma al hablar de lo que se viene. Asegura que le encantaron las propuestas de Sebastián Gordín y Ernesto Ballesteros en la planta baja de la casona de la Avenida del Libertador 16.208, en pleno casco histórico de San Isidro, donde lo procesual, y no la obra terminada, fue, es y será la clave.
Su propuesta consistirá en una serie de actividades para explorar el campo visual a través de sus elementos clave: línea, forma, color y textura. Es decir, todo conducirá a la producción del público a partir de acciones concretas, como las que él lleva adelante en su taller. Así, a partir de la observación directa y el autoconocimiento, la invitación será a tratar de establecer relaciones formales entre las cosas para tomar conciencia de que en todo campo visual existe en un contexto determinado, y que cada línea y color afecta a las líneas y colores adyacentes.
En una de las salas, una lista de palabras servirá de disparador y el papel será protagónico. Papeles de distintos estilos, tipos y formas, algunos con patrones dibujados o impresos. Para inspirarse, un conjunto de obras en exhibición que pertenecen a las series marco-marco-marco (2017-hojas de papel superpuestas y enmarcadas), Origamis (2005/8/9; papeles de origami desplazados y encolados, y Formato A0 (2017-madera). Todo de su autoría.
“Será un punto de partida para que el público active una obra tras elegir alguna o todas las estaciones de trabajo. Cortar, plegar, superponer, apoyar, cortar un círculo, combinar. Me gusta la idea de las acciones específicas, porque es como poner en marcha una máquina de hacer arte con solo optar por dos o tres consignas y aplicarlas en un pliego de papel”, explica el artista, que expuso en Dabbah Torrejon, Ruth Benzacar, Blanton Museum of Art, The University of Texas en Austin y Artists’ Space en Nueva York, y cuenta con obras en las colecciones del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA), Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (MAMBA), Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (MACRO), en la Zabludowicz Collection en Londres y en la Colección Banco Supervielle en Buenos Aires.
En la otra sala mandará la línea y el dibujo. Sendas para entregarse a un acercamiento a la obra de Fred Sandback. “Se propondrá un juego para intervenir la sala e ir construyendo un mural colectivo con ovillos de lana a partir de distintas propuestas, un trabajo que irá tomando forma y contenido con la intervención de todos. Además, imágenes de obras de Sandback, textos propios y ajenos”, adelanta Joglar, que allí expondrá La distancia entre las cosas (2009), instalación hecha con lanas de colores, varillas de madera e imanes que genera formas en el espacio que el público podrá atravesar y circular.
“Sandback es un artista norteamericano minimalista que me detonó. Uff, ¡cómo una simple línea lana, que formaba un cuadrado, parecía cortar el aire!, separar un lado del otro de la sala… En Central, la propuesta estará vinculada con el uso del espacio, con las dimensiones de la sala, el alto y el ancho, algo bien espacial, que es lo que yo mayormente desarrollé hasta ahora en mi trabajo. También entrará en juego el aire, un modo de interactuar con el aire y los espacios libres. Voy a trabajar con lanas de colores, varillas de madera, imanes, tanzas, tubos”, sostiene entusiasmado el ganador de las becas de la Fundación Antorchas (2002) y del Fondo Nacional de las Artes (2002 y 2009), además de varios premios y distinciones.
Entre las lanas no faltarán las azules, su color favorito. “Estudié mucho ese color que me genera una gran paz y tranquilidad, y tiene que ver con lo espiritual (de hecho, Joglar montó la muestra El periodo azul, tomando de algún modo la idea del periodo azul de Picasso, pero sin una connotación triste o melancólica del autor de Guernica). También es un color que asocio al conocimiento, la precisión y la tranquilidad, lo leve, lo vasto y la profundidad, el aire, el agua, el cielo y el mar”, dice el artista, que en sus obras suele trabajar con secuencias, acumulación, montajes y repeticiones. Y también con el tema de la levedad.

-¿Por qué el interés especial con la levedad y la suspensión?
-Es un interés particular, algo innato en mí, como si hubiera estado presente desde siempre. Busco que mis obras sean livianas, leves, y que generen esa sensación en el espectador. Es una búsqueda que no solo aparece en mis colgantes o móviles, donde esta intención parecería presentarse con más claridad, sino también cuando trabajo con papeles, cuando apoyo en el piso resmas de papeles a las que a veces les incrusto pequeñas cosas para generar una leve curva o accidente. También colaboran con esa sensación de leve o liviandad los colores de esas resmas. La idea de gravedad y de cuán liviano, denso o pesado es un material está asociada además con el lugar dónde ubicó el material, con dónde está apoyado el objeto. No es lo mismo el apoyo en una piedra que en un fieltro, ni tampoco qué cosas están apoyadas sobre esos materiales. Me interesa que lo grávido esté vinculado con esos puntos de apoyo, que además absorben el sonido ambiente, porque suelo usar materiales porosos, maderas, papeles. El silencio también juega un rol importante. Buscar esa levedad es como un estado que anhelo o deseo.
Próximo e inspirado por el arte moderno, interesado por los representantes de la Escuela de la Bauhaus por el uso que hacen del color y la geometría, y también por el cruce que plantean entre diseño y lo artesanal, Joglar se distancia, de algún modo, del arte contemporáneo.
“El arte contemporáneo tiene que ver con el tiempo que estamos viviendo, responde y reacciona a las cosas del presente, es disruptivo, ruidoso y espectacular. Me gusta lo desafiante del arte contemporáneo, pero no sé si lo mío va por ahí, con esa intención de denuncia y de trabajar cuestiones más vinculadas con la política.”
DANIEL JOGLAR, artista ganador del Premio Konex en la categoría Objeto (junto con Irene Banchero, Carlota Beltrame, Irina Kirchuk y Cristina Schiavi), que distinguió a las personalidades más destacadas de las artes visuales argentinas de la década 2012-2021.
Ya con la cabeza y el espíritu metido de lleno en el desafío que le propone San Isidro, Daniel visitó Central de Procesos varias veces, recorrió espacios y observó cada rincón en detalle. Una mirada que no fue ajena a la arquitectura del lugar, que supo ser una casona y cuenta con dos hogares, molduras, ventanas, relieves.
“En general, expongo en galerías o museos dónde está presente la idea del cubo blanco, lugares sin indicios arquitectónicos de otros tiempos, donde todo es homogéneo. En Central esas cuestiones las veo como indicios para trabajar y son bienvenidas, totalmente. Las molduras en la parte baja de las paredes son como módulos cuadrados y repetitivos que me inducen a pensar en esa dirección. Tomo todo indicio de lo espacial y arquitectónico como puntapié para empezar a trabajar, los tomo, los absorbo, son un dato. Pienso: ¿Cuánto mide ese módulo?, tanto por tanto, bien, eso me da una pauta para presentar formas de ese formato o del doble o del triple. Las dos chimeneas se me figuraron como lugares de apoyo. No hay que ocultar ni negar esas presencias, al contrario.
-¿Cómo te gustaría que la gente que participe de tu experiencia en Central de Procesos deje ese espacio?
-Es muy lindo abrir el trabajo interno para ver qué puede disparar en la gente el interactuar con esas obras, materiales e ideas por desarrollar. Si en una sala colgás del techo o de las paredes un círculo, un triángulo, un cuadrado, un pliego de papel de un color, o si apoyás todo o algo de eso en el piso, ya estás modificando, y mucho, la percepción original del lugar… ¿Cómo me gustaría que la gente deje Central de Procesos?, modificada, transformada por completo, eso me haría sentir más que conforme, feliz.