e invitan al público a hacer arte en torno a la materia. en el Centro Municipal de Exposiciones, Bajo de San Isidro, de 14 a 19 y con acceso gratuito.
Ayer, en la primera jornada de un fin de semana a puro arte, La llamada convirtió al Centro Municipal de Exposiciones de San Isidro (CME) en una gran sala de exposiciones donde cuarenta y tres artistas visuales que viven o trabajan en este partido muestran lo suyo: obras en muy diversas disciplinas que abordaron el eje de mirada Materia. Pero esta iniciativa, que sigue hoy, de 14 a 19 y con acceso gratuito, es mucho más que un ámbito de exhibición. También hay propuestas interactivas para ponerse en acción, tienda de autor, cosas ricas para comer y un río que se despliega a pocos pasos.
“La llamada es el reflejo de un enorme trabajo previo con nuestra comunidad de artistas que se fue gestando en Puertas del Bajo y Puertas Adentro. Desde al año pasado convocamos a los artistas a pensar juntos, producir y exhibir obra vinculada con distintos ejes de mirada, y ponerse en diálogo con la comunidad. Escucharlos, que ellos brillen y que el público se nutra es nuestra meta.”
ELEONORA JAUREGUIBERRY, secretaria de Cultura y Ciudad de San Isidro.




Dibujos, esculturas, grabado, técnicas mixtas, performance y más de cuarenta artistas contemporáneos que desde hace varios meses trabajaron sobre el eje de mirada Materia, como antes, durante la primera convocatoria del año, en abril, algunos de estos artistas y muchos otros, abordaron el eje Espacio. Un trabajo en red que desde lo institucional tiene el aporte de Pía Landro, directora de Artes Visuales de San Isidro, y de Luciana Hernández, coordinadora de las Casas de Cultura locales.

“Fue una labor como de clínica de obra exprés en el que les sugerí a los artistas salir de su lugar de confort y trabajar obras que, respetando sus estilos, no estén habituados a realizar. Nos permitimos eso, experimentar. Un gran primer día, con mucha gente, mucho diálogo y también gente de todas las edades.”
MARCELO GUTMAN, artista visual, investigador, docente de Arte Moderno y Contemporáneo y curador de esta Llamada.
Para los artistas, una fiesta, frente a sus obras y abiertos al público. “Son una especie de bordados de cerámica, como si fuera tejiendo pieza por pieza”, explica Cecilia Nigro sobre su escultura en cerámica negra española. Una especie de naturaleza petrificada, que no es de mar ni de selva, como testigo de una catástrofe. “Me gustó la organización, las propuestas del curador, pensar sobre la materia y dar forma a esos pensamientos”, asegura la artista.
Obra hecha especialmente para esta iniciativa, como la de Luis Belgrano, un árbol seco enraizado en piedras. “Pasé un dibujo que tenía en litografía a volumen. Es tergopol tallado con cuchillo, forrado en papel y luego dibujado con grafito– explica el artista de San Isidro-. Y sigue: “Los fines de semana vamos al río con mi hijo a dibujar y este es un árbol de una playita de la zona. Me encanta esta iniciativa, interactuar con pares”.




Un joven con una llamativa indumentaria y capucha, transmite sonidos y recorre la sala en una performance que remite a la obra de Amanda Grehan. Cerca, las esculturas de Leandro Niro en cerámica y hierro: niños en pequeñas escenas cotidianas; la instalación de Claudio Baldrich, naturaleza enmascarada y enjaulada, los dibujos de Jorge Meijide. “Son acrílicos y ramas naturales. No es frecuente que trabaje con tanta textura -cuenta Beatriz Finocchetti-, fue un desafío que surgió durante La llamada”.
En la galería, propuestas para ponerse en acción. De un torno girando y de un trabajo textil a los vitrales de Cris Attis, que despliega sus mesas de trabajo. “Mucha gente preguntó sobre los óxidos y pinturas, descubrió esta técnica y se animó a tomar el pincel y quitar pigmentos. Estoy fascinada”, asegura Attis. En una mesa cercana, dos jóvenes amigas trabajan con arcilla y coinciden en la importancia de poder hacer algo propio.




“Me gustó la muestra, que los artistas trabajen sobre un tema específico y también poder trabajar yo misma, interactuar con la matera. Eso completa la experiencia”, dice una de ellas, Milena Miguens, de 16 años, tras dejar su flamante flor en una obra en proceso, que va tomando forma y contenido con el aporte del público.
Dejar y llevarse, como llevarse alguna de las abejas que forman el panal en papel de Rocío Alejandro. “Me gusta que la obra se vaya transformando –dice la ilustradora-, que esas abejas que la gente se lleva polinicen quién sabe dónde, que florezcan, que haya nuevas vidas en otros sitios”.