CONVERSACIÓN CON MARÍA FERNANDA AMPUERO en su paso por la feria LEER-Literatura En El Río, dirigida al género de terror.
Ecuatoriana, lectora precoz en Guayaquil, donde no había librerías en su infancia, una de las plumas hispanas más potentes de la actualidad, feminista, directa, franca, de sonrisa amplia. Voz de inmigrantes, vulnerables, desposeídos. Voz de los que no la tienen. María Fernanda Ampuero estudió Letras en la Argentina, adonde volvió estos días y por primera vez como escritora de ficción para ser parte de la feria LEER-Literatura En El Río, que la Secretaría de Cultura y Ciudad de San Isidro, con apoyo de la Fundación Medifé, organizó el fin de semana último en el Centro Municipal de Exposiciones. ¿Sus temas?, los de la feria, el terror, lo tenebroso y lo espeluznante.
“Si puedes empatizar con El Principito, puedes empatizar con un ser de carne y hueso, con un inmigrante que pide dinero en el semáforo de la esquina.”
MARÍA FERNANDA AMPUERO, autora de los celebrados cuentos Pelea de gallos (2018) y Sacrificios humanos (2021), ambos publicados por Páginas de Espuma, en la charla de poco más de una hora que mantuvo durante la feria con la periodista cultural Constanza Bertolini.
Ampuero vivió en México, desde hace varios años vive en España, es periodista en revistas como SoHo, Gatopardo, Yorokobu y Vistazo, se definió como hija de la narrativa de Bradbury, King, Poe, Shirley Jackson y Arthur C. Clarke, y habló de la fascinante creación de Mary Shelley. “Frankenstein es un libro sobre la monstruosidad del ser humano y la monstruosidad del deseo del ser humano en jugar a ser Dios. Lo que convierte al doctor Frankenstein en algo espantoso es no aceptar a su hijo como es. Eso me recuerda a muchos padres que dicen prefiero un hijo muerto que maricón o las gordas son asquerosas”.
Sobre los miedos aseguró que “los monstruos de El Resplandor atemorizan mucho menos que un padre alcohólico cuando ha bebido, no lo reconoces y no te reconoce”. Directa, cruda y también alegre y locuaz, contó que aprendió a ser un poco payasa para disfrazar su tristeza, y agregó: “Si piensas que vas a ofender con tu lenguaje, con tu escatología, con la caca, con las vísceras de los gallos y con la sangre menstrual, mejor no escribas”.
Con 28 años de periodismo, siente que ése trabajo es un trabajo de escritora, sobre todo cuando se calza el traje de cronista, “sino pregúntenle a Leila Guerriero -desafió sonriente-.

“El periodismo me permitió conocer el alma humana de una manera en la que no la hubiera conocido de otro modo”.
También dijo que Mary Shelley debe haber escrito un libro de Black Mirror, que para ella es central entretener, pero haciendo cagar de miedo, y que la familia es el gran relato que aún no hemos podido destruir. “Si la ropa sucia es incesto, hay que lavarla y que se vea, y si hay alcoholismo y violencia, hay que salir de ahí, pero te dicen: Quédate, el matrimonio es así. Hay que tirar una bomba molotov en el salón de esas casas, que estallen los muros y las ventanas”.
Destacó que una de las cosas más difíciles de generar en los lectores es excitación sexual y terror, que en ése género siempre hay un preludio de miedo y asco, y que se mataría si tuviera que escribir un libro para todo el mundo, porque sería un libro aséptico, inofensivo. “Eso es lo que están tratando de lograr, ¡Aguante Roald Dahl! No quiero escandalizar, quiero hacer una literatura más pegada a la emoción que la violencia, sobre lo que te genera la violencia. Eso necesariamente es sangriento, doloroso, tienen fluidos, es humano, es carne, se huele”.
El cuerpo dañado, tachado, mutilado, silenciado. “Quiero saber qué pasa con el cuerpo, con el cuerpo de ese monaguillo de ocho años que fue forzado por un señor de 60 a quien consideraba el representante de Dios en la Tierra, y que le dijo que eso había que hacerlo y no era pecado. ¿Qué pasa con ese cuerpo? Estoy muy harta de cuando solo se habla del y desde el intelecto”.
“Angélica Gorodischer decía que no había que escribir con la pasión, sino con el recuerdo de la pasión, por eso, porque ya que ha pasado suficiente tiempo y distancia, pienso escribir un libro de terror sobre un momento específico en la vida de mi padre. Será lo más complejo que voy a hacer en mi vida, no solo porque él es la figura más importante para mí, sino porque también voy a hablar del sistema sanitario ecuatoriano que es el verdadero castillo del terror. Ese castillo es el Hospital de la Seguridad Social Ecuatoriana, donde los baleados están tirados por donde caminas”.
-Alguna vez dijiste que haces una literatura de venganza, ¿por qué?
-Porque soy mujer. Si todas las que hemos sido víctimas de acoso, abuso, maltrato, violencia psicológica, física o emocional decidiéramos unirnos y ejercer la venganza esto sería una sangría de la humanidad, no sería la escena de una batalla sanguinaria. Como no tengo metralletas y soy respetuosa de la ley, escribo. Pero estoy siempre muy enojada, porque cada vez que me hacen esta pregunta tengo una noticia fresca de la cual hablar. Hace una semana en España se mató un chiquillo trans de 12 años porque le hacían bullying en el colegio. Se lanzó del balcón con su hermana gemela por ser quien era. Cuando un par de adolescentes decide matarse tenemos un problema muy grave, y ahí sí se me despiertan todas las ganas de ser como Carrie en la noche de graduación, cerrar las puertas del colegio y que ardan todas las personas que provocan esas situaciones, que ahora deben estar con lágrimas de cocodrilo diciendo: Yo no me reí de él. Hace pocos días, en Barcelona, seis niños violaron a una niña de doce años. Si esto no hace que la gente tenga ganas de venganza no sé qué le está pasando a la gente.
-En la mayoría de tus cuentos los protagonistas son niños o adolescentes, ¿por qué elegís esa franja etaria?
-Por su vulnerabilidad. Es una edad bisagra en la que vas transformándote en el adulto, adulta o adulte que vas a ser, y las cosas que te pasan en esa época generalmente no son cosas buenas. La adolescencia es una etapa muy difícil, te sientes tan vulnerable como un recién nacido, pero nadie te banca, como dicen ustedes. En lugar de pensar que algo le está pasando al adolescente que está furioso con el mundo dicen que molesta, qué difícil sos, pero eso mismo no dicen de un bebé que llora todo el tiempo, enseguida van al médico. En uno de mis relatos digo que la edad de la adolescencia es la edad de la violencia. Es precisamente el momento en que más necesitas que te comprendan y te escuchen, y no lo hacen. El mundo está dispuesto a comerte y hacerte un daño irreparable. Luego vemos un montón de adultos que caminan con nosotros como juguetes rotos.
-Tu forma de escribir con palabras sueltas, por momentos telegráficamente, me remite a la vida de tus personajes, a esas vidas entrecortadas, trabadas, como deteniéndose todo el tiempo ante los obstáculos.
-Interesante lo que dices, no lo había pensado, me gusta, me quedo con esa idea, pero también tengo un interés de hacerlo de esa manera para que la narración sea más poderosa, más rápida y más amenazante. Si das regodeos y utilizas oraciones coordinadas y subordinadas, y barrocas… el terror lo puedes ver en el cine, es lo que hizo Hitchocht en Piscosis, corte, corte, corte. Es una forma también de no ver al monstruo en su totalidad. Intento que ese lenguaje audiovisual que me nutrió como escritora de terror se traduzca un poco a mi lenguaje escrito.

“La rapidez y el corte en la escritura es el equivalente al susto, a la irrupción de lo inesperado y tenebroso ante la cámara.”
-¿Notas diferencias sustanciales en este momento en el género entre el terror anglosajón y el latino?
-Nosotros tenemos nuestros propios terrores. Creo que apenas estamos empezando, tanto los escritores de terror norteamericanos y europeos, como nosotres, los latinos, a dar cuenta del espíritu de nuestros tiempos. En ese sentido no veo grandes diferencias, porque el terror que están haciendo las y los norteamericanos ahora mismo es un terror que sí remite al ascenso de las ultraderechas, a las sectas religiosas, a la pérdida de derechos, a este racismo que supuestamente se ha erradicado pero no ocurrió, y lo digo pensando en Jordan Peele, el director de cine afroamericano que hace películas sobre esta especie de buenísimo progresismo falso en relación a la gente afroamericana. Pero también se está empezando a hablar sobre los horrores de la inmigración, de la periferia. Yo creo que el terror siempre ha hecho esto, quizás Stephen King pensaba más bien en la energía nuclear y la Guerra Fría, pero nosotros, nosotras y nosotres estamos pensando hoy en el apocalipsis ecológico, el hecho de que se va a acabar el agua, en que los recursos no renovables del planeta se están acabando, en que estamos exterminando la Amazonía, en todo eso que se termina y daba cierto equilibrio a este planeta, en estos calores y fríos extremos que están sacudiendo a todo el mundo. La gran locura es que las empresas a las que les pagamos la luz, el gas, los servicios, la telefonía, la comida son las que están produciendo todo esto. Si colapsa el mundo, ellos también. Elon Musk quiere hacer una base en Marte, ¿Para quién?, no creo que él llegue a vivir en Marte. Entonces, estamos viviendo una gran locura que es como un germen para el cine y la literatura de terror. Además, esto se acaba de una manera espantosa, vamos a morir de una forma espantosa, de calor, de frío, de sed. Nada de lo que las películas apocalípticas nos adelantaron, como Mad Max, se acerca a esto que estamos viviendo y a lo que se avecina.
-¿Cómo te sentís en LEER?
-Enloquecida, feliz, es como un sueño hecho realidad estar en una feria con Dolores Reyes y Mariana Enriquez, todas hablando sobre nuestro género. No lo puedo creer, y en Argentina… no se me ocurre nada más maravilloso.”