Tejidos, hilos, fotos, historias de inmigrantes, la idea del trabajo, los hábitos. Todo eso confluyó en esta muestra en la que Pía Persia y Zina Katz, unidas por una misma disciplina, el arte textil, compartieron sus procesos creativos.
De ese modo, en las salas convivieron las obras bordadas de ambas artistas. Hilos en el caso de Zina y metales en el caso de Pía. Dos hijas de inmigrantes que incorporaron, cuestionaron, tradujeron y resignificaron las herencias y saberes familiares para sumarlos a su labor artística.

Una muestra en la que se entremezclaron tejidos, hilos, fotos, un barco, un arcón, historias comunes, inmigrantes, el trabajo femenino, los hábitos y las herencias familiares, y en las que ellas bordaron a la par de la gente.

La foto de hace 40 años de Walter, su padre, de su madre embarazada de ella, y de sus abuelos, dibujada, calcada, reinterpretada y, finalmente, bordada, fue la obra central de Katz. Un bordado sobre una tela de algodón que el público rodeó para descubrir perfecciones e imperfecciones, del punto ideal a los nudos y cruces. Un transitar entre el deber ser y el ser, los mandatos y los deseos, la aceptación y el rechazo, la integración y la marginalidad.
Ahí nomás, Chatarra intelectual, en la que Katz propuso una gran mesa con un mantel bordado por ella misma en el que había imágenes y textos extraídos de revistas de interés general y de gran circulación. Y su bordado, tomado de una foto publicada en esos medios, de una famosa conductora de tv y de su perro comiendo lomo en un plato. Una performance que fue eje de prácticas textiles e invitó al público a sentarse a ese banquete de la obscenidad para pensar mucho más que el mundo del arte y su producción.

Por otro lado, una estación para esgrafiar papeles con distintas figuras geométricas, en una aproximación al trabajo de Persia, que toma como punto de partida mantillas, baberos, puntillas y manteles bordados por las mujeres de su familia. Sin embargo, enojada con ese mundo silencioso, simétrico, repetitivo, sumiso y disciplinado, Pía respondió con el bordado trash, en el que el punto se convirtió en golpe y la aguja en máquina neumática. Y lo hizo con herramientas de “hombres”, potentes y ruidosas, como caladoras y engrampadoras, que le permitieron arribar a un final preciosita y de equilibrio, ligado con lo femenino, como los relieves en madera de paraíso exhibidos en la muestra, tratados con tinta china, cables y grampas.
A su vez, ambas artistas coordinaron el taller Con un hilo, en el que más de 120 chicos y en dos jornadas se acercaron al mundo del bordado jugando y aprendiendo, pero también preguntando y haciendo junto a ellas.

“Lo que se hereda no se roba” estuvo abierta de julio a septiembre de 2016