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ESCRITURA Y DESPERDICIOS: ASÍ FUE EL TALLER DE IOSI HAVILIO

En el marco del ciclo Workshops de Letras, de la Subsecretaría General de Cultura de San Isidro

Iosi Havilio invitó a deambular, interpretar, desgranar y escribir con la aparente basura y desperdicio, la minucia y lo aparente

Deambulen por la casa unos minutos y tomen nota de algunos objetos, de los que no les gustan e incomodan, y también de los que les gustan. Esa fue ayer la primera consigna del escritor Iosi Havilio en su taller online y de tres horas “La Medusa. Escritura y desperdicios”, en el marco del ciclo Workshops de Letras. Hurgar, interpretar, ir dejando la voz propia, escribir y más.

La etiqueta incómoda de un almohadón, un canil humano, una flauta de barro, picos de gas que obstaculizan, una planta que crece donde no debe, los anteojos perdidos que finalmente estaban calzados en la nariz.

“Esa exploración es infinita y es muy probable que conduzca a revelaciones y a zonas no vistas, a desperdicios de la memoria. No hay objeto material, desde una heladera al resumen de la tarjeta de crédito, o situación mental que no sea potencialmente una enorme fuente de misterio. El desperdicio, lo que dejamos de lado o lo que no tenemos visto, puede ser una pepita de oro”, afirma el autor el autor de las novelas “Opendoor”, “Estocolmo”, “Paraísos”, “La serenidad”, “Pequeña flor” y “Vuelta y vuelta”.

“No hay objeto material, desde una heladera al resumen de la tarjeta de crédito, o situación mental que no sea potencialmente una enorme fuente de misterio.”

IOSI HAVILIO, escritor.

Observar, interpretar, hurgar y singularizar en los objetos y también en los vínculos, las emociones, las historias. Preguntarnos el cómo, porqué, cuándo, dónde y así llegar hasta el no saber cómo nombrar. “Si voy a los confines de esos objetos y esas preguntas las llevo muy lejos arribo al No sé, que es la experiencia última de la singularización, es el desbancar la interpretación de su lugar de poder y desde ahí empiezo a escribir”, sostiene el autor que invita a estirar esos objetos anotados en el deambular por la casa como si fueran una masa. Una carilla en quince minutos y a mano.

Lectura en voz alta de esos textos breves y en crudo, borradores. Y ahora, ¿qué hago con ese texto? Alimentarlo -sugiere-, un nuevo deambular. “Vincularnos con ese texto, con esa voz que es mía y al mismo tiempo es de otro, narre lo que narre. Ver qué tiene esa voz para decir, contemplarla más allá de mi juicio, siempre teniendo en cuenta que el lugar de escritura más libre pasa por la prescindencia de la escritura. Cuando no escribo ni una coma estoy escribiendo a full, en el sentido de que estoy en la búsqueda de palabras que no apuro ni me faltan”.

El elogio del extrañamiento en su más amplio sentido. Armar postas de asombro, sentir el gran goce de saber que el que está hablando ya no es uno.

“Ya no se trata de corregir una palabra, sino de cavar en esa palabra. Quizá encuentre otra palabra o un movimiento de brazos, una emoción o un sonido”.

IOSI HAVILIO, escritor.

“Me gustó mucho el taller por la trama que se armó entre los textos de los/as participantes y la forma que les iba dando Iosi, enlazando ideas, proponiendo caminos y abriendo la posibilidad de escritura siempre, incluso cuando no se realiza el acto formal de escribir”, comenta Gaby Madera, directora de inglés de un colegio bilingüe del barrio de Belgrano.

“Es mi primer taller literario y habitualmente no escribo. Dinámico, accesible y no por eso poco profundo. Interesante su reflexión sobre cómo la literatura se nutre de la experiencia y la observación cotidiana. Dan ganas de empezar a escribir”, dice el docente Leonardo Massimino, de Bell Ville, Córdoba.

El paso siguiente, escribir un haiku en cinco minutos con algunas palabras de esa carilla. Palabras deseadas, indeseadas, incómodas, gustosas. “La conciencia nos pone a la vista muy poco y esconde infinitas porciones. Ese texto recién escrito es lo mismo. Cuando los leamos nos dirá estas son las zonas posibles, las hipótesis, estos son los lugares para ser alimentados. Una tarea ardua, pero no tanto como realmente pasa cuando sucede”, alienta.

“Tengo la sensación de que todo lo que escribí en el taller ya lo había escrito. No me gustó nada. Lo haría papel picado y lo tiraría por la ventana”, dijo una de las participantes.

“En la aparente basura está el combustible. Vamos a escuchar esa otra voz que se pronuncia más allá de mí. Yo todo el tiempo escribo porquerías, mierdas para ir al encuentro del brío, de lo que está latiendo. Leería una novela sobre un escritor convencido de que lo que escribe es una mierda y sale a matar gente por ahí ¿Qué se esconde detrás de esa voz?, ¿Qué la pasa a esa persona, a ese ente, a ese bicho para salir a matar gente? Es una basura deliciosa para indagar”, se entusiasmó Iosi a poco de una de sus últimas sugerencias: no dejen de buscar el duende dentro del texto, pónganse la capa y salgan a perderse en el bosque.

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